sábado, 22 de febrero de 2014

El Mensaje del Primer Angel de Apocalipsis 14 (Temed a Dios) 1° PARTE

TEMED A DIOS...


Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas. 
(Apo 14:6-7 RV1960-T)

En el libro de Apocalipsis está registrada la visión que Jesucristo le revela al apóstol Juan de la consumación del Plan Eterno de Dios para la humanidad, en su misericordia nuestro Dios dejó un registro para que su pueblo de los últimos tiempos tuviese una carta de navegación para atravesar los turbulentos mares de los acontecimientos finales. Dentro de esta carta destaca este mensaje de los tres ángeles del capítulo 14 dentro del cual nos estaremos enfocando en esta serie en el pregón del primero de ellos: "Temed a Dios y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel...". Hoy empezamos con el temor de Dios.

El Temor de Dios:


Proverbios 2: 1-5 (NVI) dice:

Hijo mío, si haces tuyas mis palabras y atesoras mis mandamientos; si tu oído inclinas a la sabiduría y de corazón te entregas a la inteligencia; si llamas a la inteligencia y pides discernimiento; si la buscas como a la plata, como a tesoro escondido, entonces comprenderás el temor del Señor y hallarás el conocimiento de Dios.

Estos versículos nos indican el comienzo del conocimiento y temor de Dios, hacer nuestras las palabras de Dios significa memorizar, inquirir en la palabra de Dios diligentemente, llenar nuestro corazón de su Palabra bendita, ya que de la abundancia del corazón habla la boca. Atesorar sus mandamientos significa poner en obra su Palabra, vivirla y  hacerla vida en nosotros. Cuando estamos llenos de sus palabras podemos poner en práctica el mandato del apóstol Pedro: "Si alguno habla, hable conforma a las palabras de Dios..." (1 Pedro 4:11). De corazón debemos entregarnos a la inteligencia, uno de los siete espíritus de Dios, es nuestra parte disponer y rendir completamente nuestro ser a la inteligencia, llamarla, pedirla en oración, pedir el discernimiento de su palabra hermosa y santa, como le dice Pablo a los de Efeso "Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre glorioso, les dé Espíritu de sabiduría y de revelación, para que lo conozcan mejor." Es nuestro deber, como sus hijos, conocer a nuestro Padre, necesitamos de Su revelación y Luz como el elemento vital para nuestra vida espiritual.

El Ejemplo Más Alto


Cómo Dios había profetizado a través del profeta Isaías, del tronco de Isaí saldría una vara y un vástago retoñaría de sus raíces. Y sobre El reposarían los siete espíritus de Dios (Espíritu de Jehová, de sabiduría, de inteligencia, consejo, poder, conocimiento y temor de Jehová). Este vástago nos haría entender diligentemente el temor de Dios, nuestro Señor y Rey, Jesús, el Cristo, el Hijo del Dios viviente. El vino a mostrarnos en su vida y en su muerte lo que es el temor de Dios. El ejemplo de Jesús, que nosotros debemos seguir, de mostrar una vida sometida al Padre, dependiente y obediente incluso hasta ofrendar nuestras vidas.

¿Qué es el Temor?


Proverbios 1:7 es un versículo conocido por muchos, marca el principio de la sabiduría, el temor de Jehová. La sabiduría en la palabra es el conocimiento de Dios, el hombre sabio es aquel que conoce a su Creador. El temor es una herramienta que nos permite entrar en ese conocimiento, el hombre o la mujer que temen saben que necesitan la revelación de Dios en sus vidas para alcanzar lo verdadero e importante, la vida eterna. No podemos vivir la eternidad con un ser al que no conocemos.
Declara Isaías que el temor de Jehová es un Espíritu, pero esto no implica una actitud pasiva de parte de nosotros los creyentes, no podemos esperarnos a que el temor nos caiga del cielo. Pablo en su carta  a los Gálatas declara que el amor es un fruto del Espíritu, pero luego escribiendo a los Colosenses les aconseja "como escogidos de Dios, santos y amados, revestíos de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia..." y luego en el versículo 14 les dice "y sobre todas estas cosas, vestíos de amor, que es el vínculo de la unidad".  Al igual que con el amor, con el temor debemos tener una actitud activa, vestirnos de temor de Dios, procurar con todas nuestras fuerzas que el temor este presente en toda nuestra vida.
Tanto David como su hijo Salomón tocaron profundamente el tema del temor, éste último escribe en sus Proverbios: "El temor de Jehová es aborrecer el mal", nuestra actitud de repulsión al pecado demuestra el grado de temor que subsiste en nuestras vidas, cuanto más tolerable es el pecado en nuestra cotidianidad es menor el temor, como sus hijos debemos aborrecer lo que El aborrece.

Temor o Terror


¿Hay diferencia entre estos conceptos? La respuesta desde el punto de vista bíblico es sí. El temor nos acerca a Dios, mientras que el terror nos hace huir despavoridos ante la presencia del Dios tres veces Santo. ¿ De qué depende cuál de estos conceptos domina nuestra vida? Depende sólo de cuál es nuestra relación con el pecado, mientras vemos en el libro de Génesis como Adán se esconde de Dios ante el temor de un castigo inminente debido a su desobediencia, cuando Dios pregunta: "¿Dónde estás tu?", la respuesta es "Oí tu voz en el hueto y tuve miedo porque estaba desnudo y me escondí". ¡Cuántas veces hemos respondido de la misma forma, cuando Dios sale a nuestro encuentro y tenemos conciencia de algún pecado no confesado!, nos escondemos aterrorizados ante la magnificencia y santidad de nuestro Dios. Pero esto no es temor, el temor esta reflejado por la actitud de Jacob en Bet-el, el  cuál a pesar de tener miedo y declarar "¡Cuán terrible es este lugar!" al cabo de un tiempo regresa para construir allí un altar a Dios, o la de Moisés, que ante el espectáculo de la sarza ardiendo se acerca cubriendo su rostro por el miedo de mirar a Dios.
En el nuevo Testamento Pedro luego de haber trabajado toda la noche pescando, sin haber obtenido frutos, ante la petición de parte del Maestro, vuelve a hechar la red, pero esta vez el resultado fue redes repletas, al punto de tener que solicitar ayuda de otros botes. Ante esta evidencia de la divinidad de Jesús, Pedro cae rendido a los pies del que reflejaba a su Padre en todo su resplandor y le dice "Apartate de mí, Señor, pues soy hombre pecador!". Dice la Palabra que el asombro se había apoderado de él. Ese asombro, ese temor, ante el poder, ante la autoridad y la grandeza de Aquel que nos manifestaba a "Dios con nosotros" es el mismo sentimiento que debe embargarnos, ante el mismo que llamó a Pedro, a Jacobo y a Juan, ese Rabí de Galilea que hoy, al igual que entonces nos dice: "No temas; desde ahora serás pescador de hombres..."

(Continúa en la 2° Parte)



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