viernes, 26 de abril de 2013

Principios del Reino de Dios (El Trigo y la Cizaña)


La siguiente es otra historia que contó Jesús: «El reino del cielo es como un agricultor que sembró buena semilla en su campo. Pero aquella noche, mientras los trabajadores dormían, vino su enemigo, sembró hierbas malas entre el trigo y se escabulló. Cuando el cultivo comenzó a crecer y a producir granos, la maleza también creció. »Los empleados del agricultor fueron a hablar con él y le dijeron: “Señor, el campo donde usted sembró la buena semilla está lleno de maleza. ¿De dónde salió?”. »“¡Eso es obra de un enemigo!”, exclamó el agricultor. “¿Arrancamos la maleza?”, le preguntaron. »“No —contestó el amo—, si lo hacen, también arrancarán el trigo. Dejen que ambas crezcan juntas hasta la cosecha. Entonces les diré a los cosechadores que separen la maleza, la aten en manojos y la quemen, y que pongan el trigo en el granero”». 
(Mat 13:24-30 NTV)

El Reino de los Cielos es revelado por el Señor a través de estos testimonios, llamados parábolas. Lo que hoy estudiaremos, con la ayuda del Señor, es la conocida "Parábola del Trigo y la Cizaña", la cuál enseñó Jesús en esta rica colección recopilada por Mateo.

Esta historia narra el principio del Reino, para que exista un Rey y un reino, debe haber súbditos  los cuáles, son identificados aquí en dos clases, el trigo y la cizaña. Para comprender esto debemos remontarnos al Génesis, dónde el "agricultor" sembró buena semilla...


Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto. (Gén 1:31)

En el principio Dios creó todo lo que nos rodea, inclusive al hombre y la mujer, sólo con el poder de Su Palabra, Dios dijo... y todo lo que existe fue creado. Esta creación, como lo dice Génesis, era buena en "gran manera", o sea, toda la obra fue perfecta.

El hombre, en su estado primario, es la semilla de trigo, creado a la imagen y semejanza de su Creador, Jesucristo, el arquitecto de toda la creación. El, refiriéndose a si mismo, declaró que era necesario que el grano de trigo muriera para que llevara mucho fruto (Jn 14:24). Esta creación humana estaba destinada a señorear la creación (Gn 1:28), era buena semilla, en una comunión estrecha con su Creador, sin conocimiento del mal, con un corazón limpio de toda contaminación espiritual.

Es curioso notar que el enemigo vino durante la noche, envuelto en las tinieblas, para sembrar la semilla contaminada...

La serpiente era el más astuto de todos los animales salvajes que el SEÑOR Dios había hecho. Cierto día le preguntó a la mujer: —¿De veras Dios les dijo que no deben comer del fruto de ninguno de los árboles del huerto? (NTV Gén 3:1)

La pregunta de la serpiente estaba cargada de un veneno mortal: duda, mezclada con desobediencia y desconfianza.


—Claro que podemos comer del fruto de los árboles del huerto —contestó la mujer—. Es sólo del fruto del árbol que está en medio del huerto del que no se nos permite comer. Dios dijo: “No deben comerlo, ni siquiera tocarlo; si lo hacen, morirán”. 
(Gén 3:2-3 NTV)

Entonces el engañador, el padre de mentira, usó su artimaña mas efectiva...

—¡No morirán! —respondió la serpiente a la mujer—. 
(Gén 3:4 NTV)

La verdad era que sí morirían, como Dios lo había sentenciado, lo que pasa es que no era una muerte instantánea, era algo peor, era una muerte eterna.

Pero Dios ya había preparado una vía de restitución del hombre a su estado original, desde antes que el hombre y la mujer cayeran, como lo dice la Palabra...

Pues ustedes saben que Dios pagó un rescate para salvarlos de la vida vacía que heredaron de sus antepasados. Y el rescate que él pagó no consistió simplemente en oro o plata sino que fue la preciosa sangre de Cristo, el Cordero de Dios, que no tiene pecado ni mancha. Dios lo eligió como el rescate por ustedes mucho antes de que comenzara el mundo, pero ahora él se lo ha revelado a ustedes en estos últimos días. 
(1Pe 1:18-20 NTV)

Antes del comienzo... estaba todo pre visto, Dios no se mueve en el tiempo chronos, el tiempo que nosotros tenemos, con segundos, minutos, horas, etc. Su tiempo es eterno, por lo que el ve todo como ya consumado, para el mil años son como un día y un día como mil años. Por esto El ya tenía la solución, el pago por nuestra redención, para que el trigo siguiera siendo trigo.

La cizaña fue la herencia pecaminosa que Adán y Eva adquirieron al elegir servir a Satanás, traspasándole el principado de este mundo porque como dice la Palabra, somos esclavos de quién obedecemos.

La cizaña no fue arrancada inmediatamente, "dejen que crezcan juntas hasta la siega", fue la sentencia de la voluntad de Dios. ¿Por qué? Para que se manifieste el amor y la justicia de Dios, primero el amor, al proveer un medio para el rescate del trigo, el primer grano de trigo, Jesús, el Cristo; y la justicia, ya que si Dios hubiese destruido la cizaña inmediatamente, tendría que haber destruido a toda la humanidad. Pero la voluntad de Dios no era condenarnos, sino que "todos procedan al arrepentimiento".

Ahora nos queda reflexionar, ¿cuál es la diferencia entre trigo y cizaña?, la respuesta es... ¡la semilla!!, una semilla de trigo no puede germinar y convertirse en mala hierba y viceversa, no puede una semilla de maleza volverse trigo, esta es la diferencia, Dios dijo:


Entonces el SEÑOR Dios dijo a la serpiente: «Por lo que has hecho, eres maldita más que todos los animales, tanto domésticos como salvajes. Andarás sobre tu vientre, arrastrándote por el polvo durante toda tu vida. Y pondré hostilidad entre tú y la mujer, y entre tu descendencia y la descendencia de ella. Su descendiente te golpeará* la cabeza, y tú le golpearás el talón». 
(Gén 3:14-15 NTV)

Aquí vemos las dos semillas, la descendencia de la mujer, Cristo y los hechos a su imagen y la descendencia de la serpiente, Satanás y sus hijos. Pero Dios decreta que la descendencia de la mujer aplastará la cabeza de la serpiente, mientras ésta solo le golpeará el talón.

Cristo al morir en la cruz aplastó la autoridad de Satanás, el Enemigo lo hirió, pero sólo en el talón, una herida necesaria, su paso por la cruz:


Debido a que los hijos de Dios son seres humanos —hechos de carne y sangre —el Hijo también se hizo de carne y sangre. Pues sólo como ser humano podía morir y sólo mediante la muerte podía quebrantar el poder del diablo, quien tenía* el poder sobre la muerte. 
(Heb 2:14 NTV)

Se hizo trigo, para ser la primicia de Dios, el primero entre muchos hermanos, el primero de muchos trigos. ¿Cómo somos trigo? vuelvo a reiterar, depende de la semilla. 

Jesús le respondió: —Te digo la verdad, a menos que nazcas de nuevo,* no puedes ver el reino de Dios... El ser humano sólo puede reproducir la vida humana, pero la vida espiritual nace del Espíritu Santo.* 
(Jua 3:3,6 NTV)

La semilla indica de dónde naciste, si naciste de una planta de trigo, eres semilla de trigo, pero si naciste de una maleza, eres maleza, nada más.

Debemos preguntarnos, y esto es lo importante, ¿somos trigo o aún continuamos siendo cizaña?. Si hemos nacido de nuevo, hemos cambiado nuestra simiente, por lo tanto, debemos  y somos llamados por el Señor a mostrar lo que somos, a través de los frutos, el trigo produce espigas de trigo, mas la maleza no produce nada. 

Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, 
(Mat 3:8 RV1960)

Jesús les dice a los fariseos, por que ellos decían ser trigo, hijos de Abraham, pero en realidad eran, como dice Jesús, hijos de su padre el Diablo.

Demostremos con nuestro fruto que somos trigo, y si no es así, oremos y supliquemos al Sembrador de la buena semilla que nos haga nacer del Espíritu Santo. Amén.

lunes, 11 de marzo de 2013

Principios del Reino de Dios (El Sembrador)


Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. El que tiene oídos para oír, oiga.
(Mateo 13:3-9)


El Señor Jesús, en su paso por esta tierra como Hijo del Hombre, título que usó sobre si mismo para revelar su calidad completamente humana, entregó claves sobre El Reino de los Cielos.

En el evangelio según Mateo, en el capítulo 13, a través de parábolas, el Señor nos entrega tres principios fundamentales del Reino. Los cuales comenzaremos a vislumbrar y aprender con esta parábola del Sembrador.

Dentro de una congregación vemos distintos niveles de madurez o "perfección" como le llama la Divina Palabra de Dios. Pero el llamado del Padre es a ser perfectos: "Pero tú debes ser perfecto (teleiós), así como tu Padre en el cielo es perfecto." (Mat 5:48) 

Primero vamos a decir lo que no es la perfección. La perfección no es ser sin pecado, aunque dejar de pecar es consecuencia de alcanzarla. Más bien la palabra "teleiós" significa completar algo, llegar a la meta. Tiene relación con la palabra "tetelestai" que fué la que exclamó el Señor en la cruz al expirar, traducido por la versión de Casiodoro de Reina como "consumado es". La exclamación del Señor dice relación con que ya la obra de Dios está completa, proveyendo Él todo lo necesario para que seamos "perfectos y cabales" como lo dice Santiago capítulo 1 versículo 4, hablando de la paciencia (gr. juponomé)  para soportar la prueba (que también podría traducirse como perseverancia o constancia), palabra que significa literalmente, estar debajo, como quién soporta el peso de algo que le aplasta. La misma palabra se usa para decir que Cristo sufrió la la cruz en Hebreos 12:2. Por lo tanto la perfección o madurez es un camino a través del cuál asimos lo que Dios ya proveyó para nosotros en la cruz, Jesús, el hombre Dios crucificado y resurrecto es suficiente, "estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará (epiteleó) hasta el día de Jesucristo" (Flp 1:6)

Esto refleja que la madurez o perfección es un proceso a través del cuál, los miembros del cuerpo de Cristo van formando la figura de Jesucristo dentro de cada uno, el cuál es uno de los objetivos primarios de Dios con la Iglesia, como lo dice Romanos: "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos." (Rom 8:28-29). Por consiguiente el "aceptar" a Cristo como Salvador, es sólo el principio del camino hacia la madurez, por lo tanto, es por demás ingenuo pretender que alguien que recién conoce al Señor pueda mostrar frutos casi inmediatamente, todo lo contrario, es deber de la iglesia guiar y enseñar ("haced discípulos ) a las nuevas almas, mediante la Palabra de Dios, para que lleguen a dar fruto "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra."  (2Ti 3:16-17)

Precisamente éste principio del Reino está reflejado en la parábola del sembrador, muestra los estados en que las personas que están dentro de la Iglesia han o no alcanzado la madurez o perfección, haciendo evidente que no todos están a un mismo nivel y que, al contrario de lo que pasa en el mundo, la antigüedad no significa, por fuerza, crecimiento (parábola de los obreros de la viña en Mateo cap. 20). Estos tipos de corazones, asimilados a terrenos, son etapas de nuestra vida que muestran el proceso mientras llevamos a cabo el llamado de nuestro Señor Jesucristo a fructificar. Uno de los principios del Reino de los Cielos es que "todo buen árbol da buenos frutos" y así "cada árbol se conoce por su fruto". 

Ciertamente hay muchos motivos y muchos estados en que las personas llegan y permanecen en la iglesia: pena, dolor, traumas, pero la mayoría de las veces, en su corazón no han creído aún en el Nombre de Jesús como Aquél que recibió en sí mismo el castigo de un Dios Justo por pago de nuestros pecados, no sólo la vergonzosa y dolorosa muerte de cruz (Filipenses 2:5-8), sino la desesperación y agonía que le producía el que su Padre volviera el rostro para no verle mientras cargaba con nuestros pecados, perdiendo así, por primera vez en la eternidad, la comunión de la cuál habían gozado desde "antes de la fundación del mundo". Estos corazones maltratados, dolidos, "endurecidos", son la clase de terreno donde la semilla cae, pero no germina. Esto no quiere decir que los hijos de Dios con cierta madurez no pasen por períodos de aflicción, todo lo contrario, ya que Dios a todo el que toma por hijo perfecciona, pero la manera de enfrentar estos valles en nuestro camino varía. Mientras el corazón no convertido los ve como castigo, centrado en una autocompasión nefasta y egoísta, el corazón maduro los asimila como una oportunidad para que Dios trate con los aspectos de nuestra vida que aún no hemos rendido del todo. Visto esto, nos damos cuenta que la condición del terreno del corazón no depende de los factores externos, sino de cómo nuestro corazón está preparado o abonado para recibir la semilla, que muchas veces no es blanda. La semilla para germinar, debe penetrar en la tierra, profundizar y romper, proceso que a veces es doloroso.

Otra de las diferentes etapas que ocurren, generalmente al principio, es la que en forma errónea, a mi juicio, se le denomina "el primer amor". En esta etapa nos movemos por el entusiasmo que ha producido en nosotros el descubrimiento de las Buenas Nuevas acerca de Jesús y su muerte para hacer expiación por nuestros pecados. Esta conciencia del milagro obrado en aquella cruz, nos hace hacer todo lo que está a nuestro alcance por nuestro Salvador, le hablamos a la gente motivados por el genuino sentimiento de regocijo que ha nacido en nuestros corazones, pero que generalmente es alentado sólo por dicho entusiasmo, el cuál al poco andar se ve disminuido y desalentado por la fría recepción que la gente tiene del evangelio que no parece interesarle a nadie. Además este proceso de enfriamiento se ve ayudado por las burlas de las que generalmente son objetos los recién convertidos, debido a que el testimonio que les acompaña no es duradero y el conocimiento de la Palabra de Dios aún es escaso, como dice la Palabra, el profeta debe hablar de acuerdo a la ley y al testimonio, sino, significa que no les ha amanecido. Es deber de la Iglesia el de formar discípulos  los cuales, a su tiempo podrán ser comisionados, como los enviados por Jesús, a predicar en Jerusalén, Samaria y hasta lo último de la tierra. En esta categoría también entran aquellos que llevan años siendo miembros de una congregación, que se conforman con ir un día a la semana, escuchar alabanzas, cantar, saludar a los hermanos, y que su corazón se alegra durante estos períodos, pero nunca se han preocupado de profundizar la semilla, no han preparado la tierra, removiendo las piedras de la comodidad, la pereza de estudiar la palabra, la falta de oración y en general, el no ofrendar a Dios el tiempo para tener comunión íntima con Él.

Estas condiciones, los de junto al camino y entre piedras, son estados a los que podemos volver, no son cosas que dejamos atrás para siempre y nunca más volvemos a ellas, son como el pecado, si nos descuidamos corremos el riesgo de deslizarnos. Si no limpiamos nuestro corazón de piedras, podemos volvernos terrenos pedregosos, sin profundidad de tierra. Si dejamos que el pecado se vuelva una práctica habitual en nuestra vida, inevitablemente nuestro corazón será endurecido, como dice la carta a los Hebreos: "Por lo tanto, amados hermanos, ¡cuidado! Asegúrense de que ninguno de ustedes tenga un corazón maligno e incrédulo que los aleje del Dios vivo. Adviértanse unos a otros todos los días mientras dure ese «hoy», para que ninguno sea engañado por el pecado y se endurezca contra Dios." (Heb 3:12-13).

El tercer ejemplo de terreno es aquel que es buena tierra, pero que en su interior esconde aún raíces de espinos. Estas raíces son nuestra naturaleza carnal, la cual debemos mantener a raya, continuamente debemos limpiar el terreno de nuestro corazón de raíces venenosas que pueden brotar en cualquier momento y estorbarnos a nosotros o a nuestros hermanos, como lo advierte la carta a los Hebreos: "Cuídense unos a otros, para que ninguno de ustedes deje de recibir la gracia de Dios. Tengan cuidado de que no brote ninguna raíz venenosa de amargura, la cual los trastorne a ustedes y envenene a muchos." (Heb 12:15). Nótese que la Palabra aconseja cuidarnos unos a otros, en este aspecto, nuestro deber es limpiar nuestros "terrenos" mutuamente, cuidándonos los unos a los otros, para recibir la gracia de Dios. Cuando la Iglesia no cumple esta labor de cuidarnos unos a otros, nuestros corazones empiezan a dejar crecer estos espinos que nos terminan dañando no sólo a nosotros, sino a la iglesia completa. El amor de Dios debe fluir por todo el cuerpo de Cristo como la sangre que nutre cada uno de sus órganos, en este sentido debemos preocuparnos que todos reciban ese amor, el cuál es provisto por Dios a través de nosotros para con nuestros hermanos y hermanas. Cuando en nuestro corazón esta la prioridad de lo terrenal, la Palabra de Dios que hemos recibido se hace infructuosa.

Por último esta la tierra buena, la cual es el llamado para cada uno de nosotros, nuestra meta. El cristiano esta llamado a "llevar mucho fruto", si estamos pegados a la vid verdadera, si nuestro corazón esta limpio de espinas, de piedras y ha sido trabajado por el Espíritu de Dios, el cuál ha sacado el "corazón de piedra" y le ha remplazado por un "corazón de carne", blando, fértil, abonado para la semilla de Dios, entonces podremos llevar fruto, al treinta, al sesenta y en lo posible al ciento por uno, para que cuando el Señor venga y pida cuentas de sus siervos nos diga: "Bien, buen siervo y fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré".

Sean bendecidos.